sábado, 27 de abril de 2013

Rompecabezas


Desde muy niño me gustaron los rompecabezas. No sé por qué, pero además tenía, y sigo teniendo, cierta facilidad para armarlos. Hubo una época en que los coleccionada armados en planchas de cartón bajo mi cama.

Al descubrir que mi hijo tiene la misma predilección por ellos, y una facilidad propia que me sorprende, me puse a pensar qué es lo que atrapa de esta actividad, conociendo tanta gente que ante el montón de piezas sueltas se siente abrumado.

Creo que es algo del armado, del "tejer", del "construir", de poner todas las piezas sobre la mesa y acomodarlas hasta verlo terminado. Muchas veces, en aquellos puzzles que son verdaderamente un desafío, se presentan zonas de un solo color, o complejas, y uno puede quedarse días allí, hasta que logra encontrar la piecita que destraba la maraña... siempre es así... una pieza destraba un conjuto, y de golpe uno se da cuenta de que logró armar más de lo esperado. Otras veces, el rompecabezas parece ir avanzando a ritmo, y de golpe nos damos cuenta de que una pieza no está, que cayó bajo el sillón, por ejemplo, y nos queda un hueco vacío... hasta que barriendo por ahí, aparece entre las pelusas de la casa. Y otras veces, las peores, nos damos cuenta, antes de encarar el armado, que faltan piezas...  y ahí el rompecabezas se trasforma en una tarea imposible, que algunos encaramos sabiendo que quedará allí el agujero y que lo importa es el proceso de armarlo. 

Y también existen esos otros rompecabezas que se desarman de golpe y cuyas piezas se mezclan, y entonces es hora de reacomodar antes de ponerse a encarar el armado.

En estos días estuve pensando mucho en los rompecabezas... y descubrí por qué me gustan tanto.... quizá por ese parecido tan sutil a la vida real.

Los mundos de mi mundo

"¿Cúantos mundos entran en el mundo? ¿Miles, billones? ¿Y cuántos entran en cada uno de nosotros? ¿Cúantos somos al mismo tiempo? ¿Hasta cuánto podemos soportar? No es filosofía. Es la pesadumbre (pesada podredumbre) del mundo. Es cierta tristeza. Cierta bronca. Cierta certidumbre de la injusticia, de la cruel incoherencia entre la comida jugosa del cartel y el hambre de quien lo pega. Entre el regalo que mi hijo recibirá el día del niño y el niño sin niñez mirando la vidriera de la juguetería. ¿Cúanto verdaderamente sabemos de los otros mundos que habitan este mundo?"

Esto lo escribí hace un año... y hace unos minutos, mientras mi hijo se dormía, pensaba cuántos mundos caben en un mundo, hasta dónde somos capaces de verlos, de analizar las intrincadas redes que los unen y los hacen imprescindibles unos de otros.
Hoy el mundo íntimo, ese que habita en el interior de cada uno, me pedía a gritos ocuparme de lo importante, salir a la cancha con los mismo jugadores con los que venía perdiendo por goleada para encarar victorioso el segundo tiempo encontrando un juego propio y original. Y ese mundito se vio atravezado por un deseo, también de ese mundo, de cocinar algo rico con mi hijo para agasajar a algunos amigos mañana, y se chocó con las rutinas del día y con el mundo del barrio y sus recovecos; y con el mundo de los vecinos preocupados por las dificultades eléctricas del edificio.
Y muy desde temprano ese mundo interno se vió urgido por la indignación por un mundo más externo, el mundo social de la violencia, de la aberración de la política más reaccionaria, de todos los valores que siempre he odiado.
Y así se fue entrelazando el día, tratando de encontrar el equilibrio entre lo individual, lo paternal, lo social, lo político, lo visceral, lo económico, lo rutinario...

Y cuando la cabeza parece estallar, me pregunto... ¿Cúantos mundos entran en el mundo? ¿Miles, billones? ¿Y cuántos entran en cada uno de nosotros? ¿Cúantos somos al mismo tiempo? ¿Hasta cuánto podemos soportar?

Retomando

En agosto de 2011 comencé a pensar en la necesidad de volver a escribir. Mi gusto por las redes sociales y la escritura me llevaron a emprender este blog. No pude darle continuidad, y las tres publicaciones que hice poca repercusión tuvieron, así como poca calidad. 
Hoy siento de nuevo esta necesidad. Veamos a dónde conduce...